La gente se cree auto. Si, y si no, al menos lo parece(y me incluyo). Es raro, por que los peatones solimos odiar a los automovilistas. Mira, desde la mañana salen de sus estacionamientos con sábanas, dejando una mancha de aceite en la almohada. Llenan el estanque con un grosero pan tostado, cereales o café.

Dentro del vagón del metro, o sobre una micro, se forman los tacos asquerosos que sólo se combaten habilmente escuchando un disco o leyendo el diario.

Al salir del taco, pasan a cuarta manteniendo siempre la derecha. Y así siguen, avanzando, corriendo, mosotrando su modelo al que va al lado. ¡Mi polera es del año! ¿Mis zapatillas son 0 Km.! PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIP PIIIIIIIIIIIP. Casi chocan con un heladero, o la señora que pasea al perro feo ese. Se sacan los mocos en los cemáforos y la mayoría tiene problemas en dar marcha atras. Restricción peatonal: hoy no pueden circular en el ascensor las personas que hayan almorzado porotos burros y sandía de postre.

Algunas personas son camiones de carga, otros de basura, algunos parecen autos deportivos o quizá motos, y no falta la clásica citrola o el mini enchulado con esos tatuajes en los brazos.

Por mi parte me definiría como un opala: Se ven poco, chupan más que orilla de playa, y aunque son aparatosos y cuesta encontrar estacionamiento, poseen un gran interior. Y es que al final, uno quiere a su auto interior.