Acabo de perder un libro: El Principito. Para peor el libro no es mío, es de bibiliometro que tan amablemente me lo había prestado. La forma en que se perdió fue clásica: Lo olvidé en el bus. Lo dejé en esa pequeña malla que viene tras el asiento de la persona que va delante de nosotros,  el típico ese que sirve para guardar diarios y libros que después olvidas. Venía viajando de Temuco a Santiago, 9 horas de viaje junto a mi hijo #Damiante y cualquier cosa que sirviera pasar el tiempo era bienvenida, sobretodo si es que nunca habías escuchado la historia como mi hijo que disfrutó cada una de las aventuras del pequeño príncipe viajero. Ahora debo reponer el libro en la biblioteca, cosa que haré, pero me quedó dando vuelta el tema de las boas con el que comienza el libro, en como uno de adulto pierde ese ojo mágico que nos hace ver las cosas desde otro punto de vista, y es por eso que quiero detenerme y por un instante al día, pensar como ese niño que estoy seguro que sigue ahí, quiero hacer una boa al día durante un mes para homenajear a esta historia que cambió la vida de muchos de nosotros y devolver algo más que solamente el libro perdido, que seguramente alguien disfrutara mucho y muchas veces más.