Ahora que lo pienso bien, el refrigerador es un objeto bien raro, bien tosco, es un bulto, parece un ataud. Es un reflejo del status, a veces una especie de caja de pandora, un cofre del tesoro, una nave espacial, un cementerio de animales o vegetales y muchas, pero muchas veces una verdadera desilución.
De niños nos llama la atención saber si es que la luz se apaga al cerrar la puerta o se queda encendida eternamente. ¿Quien no conoce el mito urbano de que un pendejo se había muerto congelado en el interior de un refrigerador tratando de develar ese gran misterio? De chico yo lo escuche y pensé: "chucha, los refrigeradores debieran tener puertas giratorias". Hoy por hoy ni me parece tan loca la idea, dado la frecuencia con que algunos individuos -sobre todo adolescentes- abren la puerta del refrigerador de sus casas de forma enfermiza, como creyendo que habrá algo mucho más rico que hace 2 minutos atras. El refrigerador los ve aparecer y se caga cubitos de hielo del miedo. No vayan a creer que el refri de la foto es mío, no señores, ojalá, pero es el de mi madre. La cosa cambia drásticamente despues te vas a vivir solo, ya no hay leche, hay cerveza, ya no hay verduras frescas, hay una zanahoria podrida, ya no hay almuerzo de ayer, hay cerveza de ayer, ya no hay huevos, hay mostaza, ya no hay nada y hace frío. Y cuando te logras estabilizar y por fin tienes cosas dentro del armatoste ese, es el momento de cambiarlo. Por cierto ¿Dónde van a parar los refrigeradores viejos?